37 años no son nada...
Alguna vez me preguntaron que si hubiera podido conocer a una figura de la historia, quién sería ese personaje. No tengo sólo uno. De hecho son varios, y de múltiples profesiones y épocas. Pero hay uno en particular, que no puedo negar, logra aflorar instintos en mi personalidad. Ese es Jim Morrison.
Hoy, a 37 años de su partida aún sigo intrigada en esa intensa personalidad y testosterona que aún a décadas de distancia, vive en la figura del Rey Lagarto. Y es que honestamente, no me hubiera molestado ser una groupie, con todo lo que esto implica, con tal de poder percibir esas feromonas que hasta la fecha siguen causando controversia en mis pensamientos.
He defendido la propuesta musical de The Doors en un par de ocasiones, porque indiscutiblemente me he encontrado opiniones variadas sobre la contribución de la banda en la escena musical, como una agrupación de trascendencia. A eso le incluyo, cuando en ocasiones hay quienes me han dicho que Jim no cantaba, y que la única fuerza de su encanto radicaba en esa sexualidad exacerbada. Pero finalmente, si no hubiese tenido la calidad interpretativa que lo caracteriza, su tesitura vocal no estaría guardada en la memoria de muchos, y como ejemplo de trascendencia tenemos a cantantes como Ian Curtis, vocalista de Joy Division, que en muchas declaraciones señaló que una de sus máximos ídolos era el señor Morrison, por lo que buscó homologar a manera de inspiración y homenaje, esa voz profunda y sensual.... Si no recordemos esa melancólica seducción tatuada en Love Will Tear Us Apart, Transmission o She Lost Control....
Simplemente, no quiero entrar en polémicas, así que a través de estas líneas seguiré fantaseando con el exquisito porte de un Rey Lagarto, quien más allá de su voz o su sexualidad, se convirtió en una leyenda.
Existencialista, rebelde, seductor...
Algo más que un clásico...
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