En la levedad de la madrugada...
Si. Es tarde...
Debería dormir...
Sin embargo, no pude evitar sumergirme en mis pensamientos a través de la deliciosa seducción de los dedos sobre el teclado. Sí, en ocasiones es muy terapéutico, sobre todo cuando necesitas desconectar los sentidos de lo cotidiano.
De hecho todo comenzó desde que salí del área donde se ubica mi oficina. Casi todo era silencio. Un par de compañeros atrapados en su propio trabajo, pero también el dulce canto de los grillos. El aroma de la noche. Me di cuenta que aún con todo lo ácido que puede ser, vivir como workaholic, todavía me deleito con las cosas más simples, más naturales y más auténticas.
Me pude haber quedado escuchando a los grillos. Tenía que venir a casa.
En el trayecto omití la música en esta ocasión. Eramos mi carro, mis reflexiones y una servidora... A mi alrededor alguno que otro kamikaze al volante. Un desfile de luces que danzaban entre el cielo y el suelo.
Una luna que tímidamente comienza a emerger de las sombras para que el próximo 19 de mayo se presente con todo su vigor y poderío en una noche de lleno completo.
En sí, vivir un momento de soledad, reflexión y hasta de melancolía.
A veces hace falta. Sí. Y aparece por una causa. No todo es evidente, pero si es el resultado de algo que se necesita ejecutar.
Creo que sólo me falta un tequila o whisky y un cigarro. Y el fondo musical del soundrack de mi vida. Pero no. Hoy no es esa noche. Es tan sólo una añoranza. Porque al instante me recuerdo que hay que levantarse temprano para el trabajo y esa junta de las 10 que fue agendada de improviso.
Hoy no.
Sin embargo, es interesante reencontrarse con el alma.
Debería dormir...
Sin embargo, no pude evitar sumergirme en mis pensamientos a través de la deliciosa seducción de los dedos sobre el teclado. Sí, en ocasiones es muy terapéutico, sobre todo cuando necesitas desconectar los sentidos de lo cotidiano.
De hecho todo comenzó desde que salí del área donde se ubica mi oficina. Casi todo era silencio. Un par de compañeros atrapados en su propio trabajo, pero también el dulce canto de los grillos. El aroma de la noche. Me di cuenta que aún con todo lo ácido que puede ser, vivir como workaholic, todavía me deleito con las cosas más simples, más naturales y más auténticas.
Me pude haber quedado escuchando a los grillos. Tenía que venir a casa.
En el trayecto omití la música en esta ocasión. Eramos mi carro, mis reflexiones y una servidora... A mi alrededor alguno que otro kamikaze al volante. Un desfile de luces que danzaban entre el cielo y el suelo.
Una luna que tímidamente comienza a emerger de las sombras para que el próximo 19 de mayo se presente con todo su vigor y poderío en una noche de lleno completo.
En sí, vivir un momento de soledad, reflexión y hasta de melancolía.
A veces hace falta. Sí. Y aparece por una causa. No todo es evidente, pero si es el resultado de algo que se necesita ejecutar.
Creo que sólo me falta un tequila o whisky y un cigarro. Y el fondo musical del soundrack de mi vida. Pero no. Hoy no es esa noche. Es tan sólo una añoranza. Porque al instante me recuerdo que hay que levantarse temprano para el trabajo y esa junta de las 10 que fue agendada de improviso.
Hoy no.
Sin embargo, es interesante reencontrarse con el alma.
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