sábado, julio 07, 2007

Despedidas Vaporosas Parte II

Miami, Florida....
Durante ese periodo tuve que enfrentarme a sobrevivir con los pocos cigarros que habían viajado conmigo desde México. Estaba en la línea divisoria de la edad legal para la venta de cigarros, así que mientras no tuviera algo que me acreditara como tal, se me hacía un tanto complicado conseguir unos Marlboro, Camel o Players.... Y las veces que llegué a venir al DF, después de haberme devorado cuanto taco al pastor y pozole estuviera a mi alcance, visitaba tiendas en la búsqueda de cigarros para resurtirme en el gabacho. Después, con mis dieciocho en fulgurante encanto, mi credencial de elector o el pasaporte me acompañarían en mis recorridos por Bayside o Coconut Groove para conseguir una cajetilla. Total, me decía a mi misma, "corró todas las mañanas, así limpio mi organismo de cualquier cosa"

Cuando regresé a vivir a México, e inicié mi vida universitaria, ahí seguía acompañándome un vaquero de humeante estilo. Se intensificaba más su presencia ante mi nula apetencia por las bebidas alcohólicas por un tiempo, así que en fiestas y antros era mi mejor compañía. Y después una refrescante chela no podía vivir sin la compañía del cigarro, así que el ciclo seguía su curso.

Más, cuando el desayuno era un Nescafe de maquinita con un cigarro en épocas pingüino en la Ibero, en esos inviernos donde llegabamos forrados ante el criminal descenso en la temperatura en la zona de Santa Fe. Luego llegaba el final de semestre, los miércoles malditos, los ensayos de las dos de la mañana, las ediciones de audio y video, los guiones, los reportajes, los ejercicios de comunicación organizacional o trabajos de investigación que hastiaban... bueno no tanto, si es que acaso la nicotina te acompañaba cada madrugada, o en tus ratos libres en la fuente.... Para rematar, la colección de fundas de Camel, sus encendedores exclusivos y la adicción mercadológica a la que mis amigos y yo nos vimos expuestos.

Sí, tengo que reconocerlo mi licenciatura y el cigarro vivieron una relación muy cercana. Se complementaban. En mi titulación, ante mi nerviosismo, preferí fumar a comer. Mi trabajo también se prestó para este romance instantáneo. Mi noctámbula existencia a veces intensificaba el consumo en nicotina, al igual que los viajes de fin de semana a Cuautla y similares. O las noches en mi carro en mi oscura búsqueda de una impaciente luna llena. Hasta en uno de mis mejores momentos que hace poco postee en mi blog.

Ahora bien. Escribo estas añoranzas como parte de mi despedida. Alguien hace poco posteo en el blog su sospecha, la cual efectivamente es cierta. Estoy rindiendole luto a mi amigo y confidente de tantos años. A quien con su filtro, su papel y sabor inigualable estuvo conmigo en las buenas y en las malas. Pero, creo que este romance debe seguir otro curso, particularmente después de un susto en mi salud (la rinofaringolaringitis es tan divertida como se escribe) que me generó una profunda reflexión. Después de varios intentos fallidos para firmar el divorcio (y muchas promesas que no terminaba por cumplirme) ha pasado un mes y una semana desde la última cajetila que estuvo entre mis manos. Durante este lapso, me di permiso en dos ocasiones para encender un cigarro. Pero hasta ahí. Me he rehusado a comprar hasta cigarros sueltos. Me está costando trabajo, no lo voy a negar. Y sí, estoy atravesando el síndrome de abstinencia en muchas de sus facetas: tengo un humor un tanto volatil, he subido de peso, y pues me estoy refugiando en los Trident en cada instante de debilidad que experimenta mi alma. Pero la decisión está tomada. Me la voy a cumplir por mi bien. El de mis cuerdas vocales (sí, nunca volveré a interpretar esos profundos tonos de Phantom of the Opera, pero por lo menos sé que ya no las voy a joder más) y sobre todo por lo que me toque en esta vida. Quizá mañana un seductor camello cabalgado por un vaquero intenté seducirme. No sé que pasará. Sólo sé que hace poco más de un mes, lo invité a recorrer otro sendero, tras 14 años de acomparme en esta frágil línea que constituye mi destino.