Sobreviviendo como un grinch: reloaded
Huele a Navidad.
Escucho cánticos de preposada y villancicos.
Miro a mi alrededor y simplemente me doy cuenta que la invasión de esferas, luces y matices verdecinos/rojizos están por todos lados.
No puedo evitar suspirar con resignación.
Soy un grinch. Y quienes han seguido a detalle este blog, conocen la historia.
No disfruto mucho estas fechas. De hecho, evito los intercambios, la decoración, los falsos buenos deseos. Según es la época donde la paz y el amor se respira en el ambiente, sin embargo también es la época del tráfico insoportable, la histeria colectiva por las baratas nocturnas, donde parece ser los humanos sacan su lado más nefasto. Hace un par de días, entre tanta obra de ciudad Lego, una señora en una camioneta blanca, me aventó lámina para no dejarme pasar. Además de eso tuvo el descaro de voltearme a ver y reirse de mí por no haberme permitido el paso. Acto seguido, continuó pintándose al volante. He de reconocer que me moleste más allá de lo evidente, no sólo por el laminazo, sino también por esa burla innecesaria.
Siempre, en estas fechas, me topo con personas que quizá van y "celebran" con espíritu navideño. Que andan en sus casas y oficinas repartiendo "buenos deseos"; pero que detrás, frente a desconocidos, sacan el lado más ingrato y abominable de sus seres. Esa doble moral decembrina ha sido la causa por la que simplemente tengo que ser extremadamente tolerante con la época, pero que no deja de ser un periodo en el que no disfruto, que por el contrario, ansío termine pronto.
Creo que lo único que garantizo, hasta el momento -aunque aquí todo cambia-, es no robarme otra vez la Navidad.