Palabras de domingo friolento
Por temporadas hay silencio.
Creo que entre el pequeño universo que revisa esta lectura, ya saben mis extraños hábitos literarios. Adoro escribir, jamás lo negaré. Sin embargo, este año gregoriano ha sido un periodo de muchos, muchos cambios. Pensé que después de Samhain, las cosas tomarían un orden distinto. Sin embargo, continúa el flujo de la evolución: y en muchas ocasiones en efecto dominó.
Ya me enfrenté a un connato de influenza. Otra vez. Pero aún con lo extraño que se mueve el ejército que conforman defensas (el cual en ocasiones, parece tener un plan táctico más jodido que el de Bush) todo fue una falsa alarma y tan sólo he sido bombardeada con un misil de antibióticos y antivirales. Sí, este no hay sido el mejor periodo para mi salud. He abandonado muchos segmentos que adoro de mi existencia: mi vida gótica nocturna, el desmadre social, el reencuentro con muchos seres con los que he añorado reencontrarme y uno que otro evento que tenía tintes de divertido e interesante. Vaya. Desde este rincón, la percepción sobre mi vida se ve como que extraña. Pero he entendido que todo tiene un porqué. Simplemente, no puedo negar que añoro muchos aspectos que se han visto mermados por el efecto dominó. Vaya, hasta mi dualidad ha estado en riesgo. Con todo y lo interesante que estaba tornando.
Decía un amanecer que todo tiene su momento y su emoción. Coincidó con él. Y en mi existencialismo aún estoy disfrutando los instantes más sencillos y hasta la fragilidad de mis sentidos.
Quise el día de hoy, reencontrarme con la suave dulzura del teclado. Mostrar la magia que sólo las letras, invocan.
Sí, hay evolución en este torbellino de cambios. Pero hay algo que prevalece: mi amor hacia las palabras.