El aroma del miedo...
La tarde y el estrés crecían conforme la tarde avanzaba.
Aun con todo el tráfico que han generados los cierres como resultado del avionazo, las Lomas de Chapultepec parecía volver a su ajetreado ritmo cotidiano.
Una junta tras otra. Unos mapas, presentaciones y logísticas que tener preparados para una reunión operativa. El tiempo disminuía en lapsos violentos. La hora de la comida se esfumó en mi vida. La adrenalina era mi alimento.
Trataba de no mirar el reloj. Y con el apoyo de mi equipo, logramos salir justo en el momento indicado con el material solicitado.
Inició la junta. Las manecillas hablaban en silencio en conjunto con la voz de quienes encabezaban la cita. Al final un pequeño grupo nos quedamos reunidos para despejar dudas. Ubicados en un estudio habilitado como sala de reuniones con tan sólo aire acondicionado y una puerta como ventilación, algunos comenzamos a sentirnos incómodos. Me comencé a sentir mareada, sin embargo consideré que era el resultado de mi ayuno involuntario.
De pronto, ingresa nuestro director con una voz calmada pero a la vez enérgica mezclada con un velo de preocupación. "Necesito por favor que salgan de aquí. Hay un aroma a gas y prefiero que se vayan al patio". Al pasar por un pasillo que conduce al patio exterior, caímos en cuenta. Un aroma a gas intenso, que calaba, lastimaba y en conjunción preocupaba. Todos buscábamos desenmarañar el origen de dicho olor. Una teoría tras otra. Algunos caminamos rumbo a nuestras respectivas oficinas para recoger nuestras cosas. Sea lo que sea yo no quiero estar aquí si pasa algo. Aviso a mis compañeros de espacio. Hay quienes lo toman con calma, otros develan un halo de preocupación. Me acerco a otra zona y doy la notificación: "Chavos de Deportes, huele mucho a gas, nos estamos saliendo todos por seguridad".
Una de las chicas del equipo de brigada -que lleva afónica toda la semana y que por la adrenalina recuperó un poco de su voz- pregunta quién dio la orden de evacuar. Muchos le explicamos la situación. El olor se intensifica. Mucho. Junto con el rostro de agobio de otros.
En conjunto con jefes y áreas estratégicas se toma una decisión: Por instrucciones de Capital Humano deben retirarse a sus casas. Por favor quienes aún tengan cosas en sus lugares vayan por ellas en calma.
Comenzó la evacuación. Y para quienes vivimos el caos de hace un par de noches, la tarde no resulta una de las más agradables. Busco a mi gente. A mi equipo. Mi orden es que ya los quiero lejos pronto. Entre que investigamos o descubrimos porqué huele así esto podría tornarse extraño.
Espero un par de mi minutos y me dirijo a mi automóvil. Los ojos arden, la garganta también. Carajo. Las Lomas se torna un lugar nada cómodo para estar. Otra vez. Con toda la carga laboral que tenemos esta semana prefiero mi seguridad y la de mi equipo. Ya mañana hallaré una solución al precipitado ritmo de la obligación. Por lo pronto, prefiero irme hacia Santa Fe que intentar incorporarme a Periférico.
La ciudad se desquicia. Las ideas se trastornan y mientras tanto, nadie nos explica la verdad...