lunes, abril 07, 2008

Hacia los Senderos de la Oscuridad Vol. 2

Me gusta el sonido del silencio.


No es simplemente escuchar un vacío incierto, sino enseñar a tus oidos a entender tus propios pensamientos.
Me he topado con personajes en mi recorrido, que le temen a esa voz en particular. Que aun se asombran cuando descubren el delicado encanto de una tarde en compañía de si mismos. O que tristemente, se hallan temerosos al continuar el trayecto en completa soledad.


Es así también cuando he coincidido con criaturas que no vacilan en absorber la energía y libertad de otros. Que contaminan el espíritu con trampas que enredan, sumergen y confunden. Que a conciencia buscan llenar vacíos existenciales a través de la fuerza de los demás.
Y finalmente, a seres que entre la libertad y el alma han logrado una conjunción tan exquisita que puede llegar a un nirvana absoluto sin atenerse a convecionalismos. Que han escuchado a la voz sin necesidad de un intérprete y que gracias a esto han convertido su noche y día, en un paraiso de texturas y esencias auténticas.
¿A qué viene todo esto?
Hace un par de días coincidí en los haberes de la tecnología con alguien con quien perdí comunicación por un tiempo. He de confesar que parte de ese distanciamiento, se debió a una contraposición de opiniones y destinos que no lograron converger en ningún punto. Pero, como siempre en el ciclo de los encuentros karmáticos que mi albredío me ofrece, un pequeño instante de conexión simultánea nos permitió encontrarnos, ponernos al tanto de nuestras respectivas vidas, pero sobre todo, darnos cuenta de que tenemos diferentes destinos no por falta de ganas, sino porque a veces le tememos al cambio, a todo aquello que en la línea de una educación tradicional "no es lo correcto". A sus ojos quizá soy una persona sumamente liberal, cuyos valores pueden rayar en el libertinaje, pero del mismo modo, se sorprendió al ver que sin seguir lo que "el libro indica", he abierto en muchas ocasiones la puerta hacia la felicidad. Y conste que mi vida no es nada perfecta. Es más, a veces quisiera mayores experiencias que las que tengo hasta ahorita. Pero todo en su momento. Todo con paciencia.
La cuestión aquí es, que quien coincidió conmigo en tiempo y conexión, tiene mucho miedo a un nuevo ciclo en su existencia: La soledad. El que dirán. Mejor es, buscarse una pareja. La que sea, sin importar si la codependencia es la base de esa relación. Mi respuesta fue muy seca y tosca lo se: "Me cae que qué pinche hueva me das". Pero yo tampoco puedo obligar a los demás a vivir bajo mis reglas. Lo que sí me soprendió fue uno de sus comentarios: "¿Te cae de madres que eres feliz así? No chingues que a tu edad, sigues sola."
Pues sí, sigo sola. Ni siquiera me puse a discutir. Ya no tenía caso. Hay a quienes nos funciona esto de la soltería por convicción, con todos los beneficios que tiene, pero también con reglas y valores que hay que tener muy bien establecidos. Hay quienes simplemente no pueden dejar de tener pareja para sentirse completos, aun bajo principios equivocados o peor aún, viviendo relaciones sustentadas en el dolor físico o emocional. Así como hay quienes son felices con una pareja, en relaciones sanas. Y tengo amigos que me da gusto por fin hayan encontrado esto último, tras muchos años.
Lo que si, aquellos que han logrado estar en una estabilidad emocional (y conste no sólo escribo de aquellos que viven en la monogamía absoluta) para poder alcanzar ese estado de completa armonía, debieron de haber complementado su yo con su ego, es decir, logrado entenderse a sí mismos, a través de la soledad. No es fácil, sinceramente, pero tampoco es imposible. Sólo es cuestión de sacudirse un par de telarañas moralistas. Dejar de temer. Y mirarse al espejo con todo lo que el paquete conlleva.
Mirarse a los ojos y solamente ir más allá de la complejidad. Hacía la esencia de la libertad.