Hace un par de semana conversando en diferentes ocasiones con un par de amigos, compartíamos las visiones sobre lo difícil que a veces resulta crecer...
Tic tac... tic tac... tu tiempo ha terminado.
Tic tac... tic tac... a seguir enfrentando a la vida
Y es que sencillamente es cierto, uno quisiera permanecer en el eterno encanto de la comodidad pero sobre todo en ese seductor paquete llamado juventud.
Que tiempos aquellos de añoranza...
Sí, sé que en este instante más de dos dirán que siempre existirá el niño interior, pero a lo que voy es a algo que inclusive a mí me costó trabajo asimilar y es algo llamado RESPONSABILIDAD.
Bendito fuera permanecer en Neverland
Digo, a veces extraño la carrera por detalles como el echar la hueva y pues ya si a final de semestre las cosas andan mal armo un proyecto chingón y listo, alcanzó la calificación a arañazos...
Total... ya me habían quitado la excelencia por culpa de una maestra de filosofía que no entendió que la filosofía a que aterrizarla no aprenderla de memoria
Pero las cosas ya no van por ahí...
Es ese golpe de realidad que cae tan abruptamente que no acabas de entender por dónde te vino el reverendo madrazo.
¿Y ahora que diantres hago con mi vida?
¿Y ahora cómo sobrevivo al trabajo?
¿Y ahora cómo existo sin dejar de ser yo?
Hoy volví a tocar el tema con un compañero de la oficina y coincidimos que hasta una hora entre descanso y desmadre, pueden marcar la diferencia entre sufrir para hacer tu chamba o sacrificar tu vida social. Ouch... Que friega es tener que escoger lo segundo.
Y no se trata de vivir en la amargura, para nada.
Simplemente, la materia no se destruye. Sólo se transforma....