Time Capsule...
De pronto llegaron los noventa.
De pronto te percatas que vives como un adolescente en los noventa.
De pronto te das cuenta que eres construyes y destruyes los noventa.
El sonido del grunge. La superficial seducción de las boybands mexicanas. El final de Rock 101. La migración auditiva hacia Radioactivo. La búsqueda de una identidad entre el pop y el gótico. La delicia literaria de las Crónicas Vampíricas. La melancolía y la fascinación por las criaturas de la noche. El pleito en contenidos de Multivision y Cablevision. Un canal: MTV, como una escapatoria. El metal, la contracultura, la reflexión, los héroes trágicos. La aparición de Liquid Television y los MTV Oddities.
Vaya, mientras escribo estas líneas me percato en cómo el tiempo ha transcurrido, pero el mensaje ha prevalecido. Hace más de una década que me encontré con un espacio los viernes en la noche que sentí como propio.
Dos series en particular marcaron mi camino: The Maxx y Aeon Flux.
La primera, absorta en esa dualidad donde paulatinamente la dolorosa verdad fluía, se convirtió en la propia catarsis de la comprensión de mi compleja adolescencia. La segunda, la anitheroína, la anarquista con finales felices o trágicos, que me permitía entender los diferentes matices de gris en la vida diaria. En mi vida diaria.
No todo era una realidad de cuento de hadas.
El enfrentamiento de la niñez con su contraparte adolescente.
El rompimiento con la inocencia. La liberación del deseo.
La vida motivada por otros móviles.
Renacer y morir en cada momento.
Encontrar tu verdadera identidad al mismo tiempo que tienes que enfrentarte a ti mismo.
Ser un adolescente no ha cambiado para quienes hoy en día adolescen su crecimiento. Por el contrario, a mi humilde percepción, creo que las reglas se han tornado más amenazadoras para muchos. Quizá me equivoque. Sólo sé que en los noventa yo sufrí, lloré, amé, disfruté y me proyecté en lo que los medio me ofrecían. Busqué un refugio a esa fase donde nadie te comprende. Encontré la comprensión en la contracultura. En la reflexión entre líneas. En los contenidos complejos. Quizá por eso soy quien soy, pero no me arrepiento. Porque un aroma a vampiro todavía se percibe en el ambiente.
De pronto te percatas que vives como un adolescente en los noventa.
De pronto te das cuenta que eres construyes y destruyes los noventa.
El sonido del grunge. La superficial seducción de las boybands mexicanas. El final de Rock 101. La migración auditiva hacia Radioactivo. La búsqueda de una identidad entre el pop y el gótico. La delicia literaria de las Crónicas Vampíricas. La melancolía y la fascinación por las criaturas de la noche. El pleito en contenidos de Multivision y Cablevision. Un canal: MTV, como una escapatoria. El metal, la contracultura, la reflexión, los héroes trágicos. La aparición de Liquid Television y los MTV Oddities.
Vaya, mientras escribo estas líneas me percato en cómo el tiempo ha transcurrido, pero el mensaje ha prevalecido. Hace más de una década que me encontré con un espacio los viernes en la noche que sentí como propio.
Dos series en particular marcaron mi camino: The Maxx y Aeon Flux.
La primera, absorta en esa dualidad donde paulatinamente la dolorosa verdad fluía, se convirtió en la propia catarsis de la comprensión de mi compleja adolescencia. La segunda, la anitheroína, la anarquista con finales felices o trágicos, que me permitía entender los diferentes matices de gris en la vida diaria. En mi vida diaria.
No todo era una realidad de cuento de hadas.
El enfrentamiento de la niñez con su contraparte adolescente.
El rompimiento con la inocencia. La liberación del deseo.
La vida motivada por otros móviles.
Renacer y morir en cada momento.
Encontrar tu verdadera identidad al mismo tiempo que tienes que enfrentarte a ti mismo.
Ser un adolescente no ha cambiado para quienes hoy en día adolescen su crecimiento. Por el contrario, a mi humilde percepción, creo que las reglas se han tornado más amenazadoras para muchos. Quizá me equivoque. Sólo sé que en los noventa yo sufrí, lloré, amé, disfruté y me proyecté en lo que los medio me ofrecían. Busqué un refugio a esa fase donde nadie te comprende. Encontré la comprensión en la contracultura. En la reflexión entre líneas. En los contenidos complejos. Quizá por eso soy quien soy, pero no me arrepiento. Porque un aroma a vampiro todavía se percibe en el ambiente.