Entre retos y horas breves...
Me gustan los retos.
Son parte de la adrenalina de mi vida. De ese sabor que resbala por mis labios al compás de cada respiro.
Por una parte me asustan. Evocan esa inseguridad que no deja de arrastrarnos hacia la niñez, como cuando te apagaron la luz por primera vez y temías encontrarte con el monstruo que vivía debajo de la cama. Pero a la vez me excitan, como cuando seduces entre delicadas caricias y añoras rozar esos labios que te miran ansiosos de compartir un orgasmo.
Disfruto los retos.
Me enloquecen en una sinfonía de estrés pero al mismo tiempo fortalecen mi ímpetu. A veces han llevado mi alma al límite, han cuestionado mi propio ser, pero al final han revelado cualidades escondidas que en circunstancias apacibles, no aparecerían.
Sólo sé que es temporada de retos. Las cajetillas rinden poco. La almohada ha tenido más encuentros de seducción que de buen dormir. Los sentidos se agudizan y el estrés inflinge un par de sustos. Pero el espíritu sigue en pie. El trabajo incita. Y aunque a veces quisiera tirar todo por la borda, miro en retrospectiva y me doy cuenta que no es que los caminos sean imposibles, sino que hay que buscar nuevas rutas cuando los obstáculos parecen complicar las decisiones.
Si acaso los retos no me permiten compartir durante este mes como acostumbro, no se olviden de este espacio. Se hará lo posible, para que el darle continuidad a estas letras, también sea un reto.