sábado, junio 30, 2007

Despedidas Vaporosas Parte I

Aún recuerdo la sensación de la primera bocanada entre mis labios. Tenía 13 años. Vamos...Ni siquiera sabía darle el golpe al cigarro, pero ahí estaba yo, disfrutando de un Benson Mentolado que sigilosamente había desaparecido de esa cajetilla que estaba escondida en lo más recóndito del refrigerador.

A los 14 años, tenía una amiga fuera de la escuela, pero con la que convivía mucho tiempo, que también sentía esa curiosidad por el cigarro. Yo en aquel entonces era una sombra llena de preguntas y de hecho mi camino hacia la luz de la oscuridad inició casi en aquella época, aunque bueno... esa, es otra historia. La cuestión es que aquella amiga y yo a veces, encendíamos un cigarro y lo compartíamos; y yo encontraba una sensación extasiante en cada bocanada y justo me di cuenta que comencé a darle el golpe a los cigarros.

Pero verdaderamente, mi largo romance con la nicotina se oficializó a los 15 años. En mi prepa dejaban que fumáramos en un área del patio. Preferían eso, a que a la salida estuvieramos dando un "mal ejemplo" en las jardineras del metro. Era curioso ver, cómo de repente todos fumaban o hacían que fumaban por denotar status, sentirse populares... decían que eso era normal en los alumnos de cuarto, ante la imperiosa necesidad de pertenencia... Yo lo hacía porque me gustaba. En verdad saboreaba mis breves instantes de descansos donde mis Benson me hacían compañía.

Marlboro llegó cuando conocí, justo en ese año, a un universitario semidark-semipunk... Y a veces mucho tiempo después, cuando abría una cajetilla de rojo y blanco porte, para encender uno de sus inquilinos en compañía de un par de acordes vampíricos de Peter Murphy y Bauhaus o la melancólica voz de Sean Brennan de London After Midnight, recuerdo mucho a aquel amigo que aún con su dinero y sus lujos, fue uno de los seres humanos más sinceros que ha atravesado el sendero de mi existencia... Y por el cual comencé a entender el verdadero significado de la luz entre la oscuridad.

Transcurrió mi vida preparatoriana, entre cambios de tonos de cabello, pantalones de mezclilla rotos, boxers de niño y unos tenis azul metálico... pero siempre en compañía de un cigarro. Hasta un novio (ironías, un cotizado especimen el cual yo no había visto con ojos de romance pero cuando contemple esa mirada entre miel y verde, quedé embobada) conocí por culpa de una escapada de clases para fumar. Me he llegado a encontrar fotos de aquella época, donde siempre salgo con un Marlboro entre los dedos... Empecé a trabajar en mi tiempo libre y mi jefe de aquel entonces compartía el gusto por la nicotina. Obviamente también comencé a tener que lidiar con "estás muy chiquita para fumar" "te estás jodiendo la vida"... No sé si era el tono, mi rebeldía o mi constante lucha contra las figuras de autoridad, pero literalmente me cagaba que todo mundo opinara sobre mi relación con el cigarro. Era mi vida, tal y como lo es ahorita.... y pues creanme cuando escribo que no me arrepiento por no haber escuchado palabras en aquel tiempo, porque nunca he permitido que nadie decida en mi vida... Ni siquiera cuando en mi mudanza a Estados Unidos, me tuve que enfrentar a las leyes de venta de cigarros....

continuará...

1 comentario:

Pepe dijo...

Sí. Yo te recuerdo siempre con un cigarro en la mano. Y mira que nos conocemos desde hace rato. ¿Lo vas a dejar? No que quiera influir, pero mi mamá dejó de fumar el año pasado, luego de 35 años, y le va de maravilla. Le costó trabajo, claro, pero está súper feliz. Saludos.