domingo, agosto 31, 2008

Ilumina mi libertad: Desde la narrativa en una crónica parte 1

Miro la hora.
Ya es tarde.
Aunque el inicio de la marcha está programado a las 18:00 horas, mucha gente se ha organizado y entre sus planes estaba el ingresar a las inmediaciones de Paseo de la Reforma a las 16:00 horas. Yo apenas salgo de casa. Ha sido una mañana extraña. Entre mi desvelo y la resaca de una larga noche de juerga comienzo a reaccionar y comprender que voy a camino a un largo recorrido.
Mi acompañante original simplemente se hizo el desaparecido. Quizá fue de los muchos que vociferaba a pulmón que acudiría sin reparos, pero que en alma prefirió quedarse en la seguridad de su hogar. En ese lapso, me encuentro con voces que simplemente me cuestionan el porqué voy a eso. Que no tiene sentido. Que será una pérdida de tiempo.

Consigo alguien más que se una en esta aventura conmigo. Alguien que aunque conoce la logística en el Zócalo no conoce el movimiento en manifestaciones sociales de tal magnitud. No me arrepiento de la compañía, por el contrario, siempre es agradable que alguien comparta tus inquietudes. Pero sospecho no me será tan fácil el movimiento como quisiera. No importa. Ya encontraré la manera de darle una buena cobertura a este hecho, a la par que comparto mi descontento con el resto del D.F.

Son casi las 5 de la tarde. Justo a tiempo encontramos un estacionamiento en la Colonia Roma. Y es que de súbito se suelta una lluvia fuerte. Quedamos refugiados en una tienda departamental. Así como llegó esa indiscreta manifestación climática, así se retira. Como si quisiera tan sólo amenazar, pero al mirar desde el cielo, las nubes se compadecen de todas las almas que desde diferentes rumbos buscan congregarse en el Ángel de la Independencia.
Comenzamos a caminar. Poco a poco encontramos más compañeros de prendas blancas. "Los blanquitos" como comenzamos a llamarnos.

A lo lejos, escoltado por árboles húmedos y miles de personas, está el Ángel de la Independencia. Tiene lista su luz, por lo que en silencio nos mira desde las alturas. Nos sonríe a discreción, mientras un mundo de blanquecinas pinceladas prepara cartas, mantas, globos, pulseras y detalles con los que buscan demostrar su molestia. Sin que una voz exclame algo, iniciamos el recorrido. 17:45 horas. Un poco adelantado a la idea original, pero es que simplemente aquella glorieta ya no se daba abasto. Al comenzar nuestra caminata con veladora en mano, una señora se nos acerca: "tomen, les regalos estas pulseras". Unos pequeños trozos de tela blanca y verde con la leyenda "Condenamos la violencia. ¡YA BASTA!".

En contraste los vendedores ambulantes se convierten en las estrellas de la mercadotecnia:
"Lleve la playera conmemorativa del evento. Para que vean que si vino"
"De a 5 los angelitos de la paz"
"Capas de 10 pesos, no se moje"
"Banderas blancas, lleve su bandera blanca para que se manifieste en contra de la violencia"

1 comentario:

JULIA CUELLAR dijo...

Buen inicio de la crónica. Y sí efectivamente los vendedores ambulantes hicieron su agosto. Lleve su player oficial de la marcha, me tocó ver por ahí y observar como las personas regateaban y se probaban distintas tallas de playera. En esos casos, uno se pregunta ¿Cuál es el verdadero sentido de esas manifestaciones sociales?