Diplomado en Tramitología: Una intro-conclusión
Y es así como empieza esta crónica.
Momentos antes de trasladarme al módulo de tesoreria de Miguel Ángel de Quevedo.
Aún con mi temor y desconfianza ante mi experiencia de 48 horas antes, me doy cuenta que la diferencia en el servicio es abismal. Mucha juventud. Mucha luz. Una apariencia juvenil. Pero sobre todo, un trato diferente.
Sillas.
Atención.
Movimiento.
Actividad.
Todo en orden y organización.
Revisan mis datos en el sistema. Me toman la foto y en 15 minutos estoy fuera. Con mi licencia en mano. Le llamo a mi amigo reportero quien me canalizó a este módulo. Le doy las gracias.
Puedo hacer mi viaje, con todas las de la ley. Ahora sólo falta ver si recupero mi dinero. No sé si esto vaya a pasar. Pero no quiero que se convierta en el móvil de mi existencia. Voy a luchar. Sí. Pero usaré trucos bajo la manga. De alguna manera u otra. Y si veo la batalla perdida, compartiré mi aprendizaje.
Tan sólo sé que ya tengo un Diplomado en Tramitología. Un título que no le deseo a nadie, pero que desgraciadamente en una sociedad hundida en antiguas prácticas burocráticas, parece ser que tarde o temprano coincidirá en nuestro camino.
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